Crónica del 15 de mayo

He empezado en un nuevo trabajo. Un edificio de cinco pisos, donde a veces en las escaleras te encuentras con los otros empleados. Pero eso no es lo que vengo a contar.

La crónica debería empezar mucho después, cuando ya salí de mi casa, después de la rutina matutina; después de haber tomado el tren y el metro para llegar hasta el punto de la ciudad en que por el paseo la vista aérea está dominada por las ventanas de los edificios gigantes que reflejan el cielo.

Ahora mientras escribo esto son casi las siete de la noche.

Pero, vuelvo a la crónica. Esta ciudad es una incongníta constante. Nunca sabes qué va suceder. Y así cuando estoy a unas cuadras del edificio donde debo trabajar, percibo una multitud a lo lejos. Tengo tiempo de sobra así que decido ir a ver qué es lo que ocurre.

Una marcha. Una manifestación. (De hecho, hace unos minutos vi las noticias, ellos la llamaron una mega marcha).

No sé por qué la habrán nombrado así, pero imagino que fue porque eran distintos protestantes. Por un lado estaban los sindicatos educativos. Pero era un barullo allí, y con el ruido de los autos, de los gritos, de toda esas personas hablando al mismo tiempo, de las camionetas en las que montaron altavoces para denunciar sus peticiones, no se podía entender nada, y  creo que así nunca se daría a entender sus motivos. Pero qué importa, supongo que los que tienen que saber lo sabrán de una forma u otra.

En esta ciudad en la que vivo, hay una glorieta enorme, con unas escaleras que  suben a la base de un obelisco coronado por un ángel dorado.

Bueno, me subo a la base para poder ver la manifestación en toda su vastedad.

Tomo dos fotos y me pongo a observar.

Unos escalones abajo, un señor ondula la bandera de palestina, colgados del cuello trae dos carteles, monarquía asesina, no a la guerra, y otros epitafios lleva escritos. Está solo.

Él hombre solo contra la guerra.

Abajo, al nivel de la calle, de mi lado derecho alcanzo a ver a dos mujeres. Por la ropa que llevan me dan la impresión de pertenecer a una comunidad lejana de la ciudad, quién sabe cuán lejana. Pero llaman mi atención porque el color de sus prendas son negras. Van vestidas todas de negro, incluso llevan rebosos que les cubren la cabeza y estos también son negros.

Miro en otra dirección. Veo a una mujer rubia y alta. Va fotografiando. Sin duda una extranjera más en esta ciudad donde se juntan todas las naciones del mundo.

Por eso ahora empiezo a creer que dejaré que el mundo venga a mí en vez de yo ir tras él.

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