Crónica Quince de Agosto

Después de una larga ausencia. Hay afuera unas patrullas circulando con las sirenas encendidas. Una tía y su hijo platican en el piso de abajo. Todo esto mientras escucho un álbum de jazz, (Sinestesia de Dantor), y me pregunto cómo quiero empezar esta entrada.

Es difícil cuando en otros post de internet, de toda índole, ya sean videos, publicaciones de Instagram, mencionan que hay que ofrecer algo de valor.

¿Qué de valor estoy ofreciendo?

Creo que un poco de compañía. Tal vez me leas por la mañana, mientras bebes el café antes de salir para el trabajo, o ya vas en el ajetreo del transporte público. Sea como sea, ofrezco compañía para los que como yo, la buscan, a ratitos nada más, luego volver a estar solos.

Con esto exclamo, al contrario de aquella teoría, que el internet no está muerto.

Pero he tomado por una vertiente divergente, ahora me propongo volver a flujo principal y que titula esta nueva entrada.

Mi hermana se va a España, a un curso o a terminar su carrera universitario, algo así. Para ello le piden un montón de documentos no sé para la visa, o para la escuela. Bueno, hay un trámite que se llama apostillar. Se realiza en la dirección general de juzgados, o dirección general de registros civiles. No me acuerdo. Pero eso hice hoy. Salí de mi casa a las ocho y media, anduve en bicicleta hasta la parada del transporte, luego viajé durante una hora hasta una estación de metro, la foto de esta entrada es de ahí, donde está la oficina para realizar aquellos trámites.

Vi mujeres, muchas mujeres, gracias por tantas mujeres en mi vida.